Spinoza y el hombre


Con Espinosa termina el modelo renacentista de “hombre” como “microcosmos”, engastado en el todo y capaz, a pesar de la propia pequeñez, de abarcarlo. Éste habría podido reflejar en sí, por ‘simpatía’, algunas alteraciones fundamentales del complejo orgánico y unitario del mundo, y transformarse –a través de la imaginación y del pensamiento- en “camaleón” capaz de imitar todas las formas, mientras su corazón, tradicionalmente sede de las pasiones, habría representado el “sol del microcosmos”. Espinoza considera en cambio al género humano y a cada individuo sólo como una parte del universo, inseparable de sus procesos, pero carente de la facultad de reflejarlo totalmente. El hombre debe, por consiguiente, adecuarse tanto al papel marginar atribuido por la astronomía moderna al planeta en que vive, como a la idea de la necesidad ineluctable y anónima que regula todos los acontecimientos. […]

La opción de Espinosa consiste en descentralizar ulteriormente al hombre y su conciencia respecto a la totalidad de este mundo, vacío de un Dios personal que lo domina y dirige para recuperar (por medio del pensamiento) el sentido de la naturaleza como todo. Para realizar este fin rechaza, simultáneamente, tanto el antropocentrismo como el teocentrismo, denunciando a cuantos ignoran u ocultan la relatividad del punto de vista propio y se entregan a entidades superiores como garantes de un orden físico y moral absoluto.


Remo Bodei, Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza, felicidad: filosofía y uso político. FCE, 1991, pp. 61-62

 

posted by Claudio Aguayo on 21:37

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