Nietszsche-Spinoza

Genealogía de la Moral, II Tratado ("Culpa", "Mala conciencia" y similares), Parágrafo 15

En una ocasión, y de manera pérfida, llegó esta idea hasta la conciencia de Spinoza (para disgusto de sus intérpretes, que se esfuerzan metódicamente por entenderlo mal en este pasaje, por ejemplo, Kuno Fischer), cuando una tarde, acordándose quién sabe de qué cosa que le raspaba, investi­gó la cuestión de qué había subsistido en realidad, para él mismo, del famoso morsus conscientiae [mordedura de la conciencia] ––él, que había puesto el bien y el mal entre las fantasías humanas y había defendido con furia el honor de su Dios «libre» contra aquellos blasfemos que afirmaban que Dios hace todo sub ratione boni [por razón del bien] («pero esto significaría someter a Dios al destino y sería en verdad el más grande de todos los absurdos»)se. Para Spino­za el mundo había retornado de nuevo a aquella inocencia en que se encontraba antes de la invención de la mala con­ciencia: ¿en qué se había convertido ahora el morsus con concienciae? «En lo contrario del gaudium, se dijo final­mente, ––en una tristeza acompañada de la idea de una cosa pasada que ocurrió de modo contrario a todo lo esperado.» Eth. III propos. XVIII schol. I, II. Durante milenios los malhechores sorprendidos por la pena no han tenido, en lo que respecta a su «falta», sentimientos distintos de los de Spinoza. «Algo ha salido inesperadamente mal aquí», y no: «Yo no debería haber hecho esto» ––, se sometían a la pena como se somete uno a una enfermedad, o a una desgracia, o a la muerte, con aquel valiente fatalismo sin rebelión por el cual, por ejemplo, todavía hoy los rusos nos aventajan a nosotros los occidentales en el tratamiento de la vida`. Cuando en aquella época aparecía una crítica de la acción, tal crítica la ejercía la inteligencia: incuestionablemente de­bemos buscar el auténtico efecto de la pena sobre todo en una intensificación de la inteligencia, en un alargamiento de la memoria, en una voluntad de actuar en adelante de manera más cauta, más desconfiada, más secreta, en el co­nocimiento de que, para muchas cosas, uno es, de una vez por todas, demasiado débil, en una especie de rectifica­ción del modo de juzgarse a sí mismo. Lo que con la pena se puede lograr, en conjunto, tanto en el hombre como en el animal, es el aumento del temor, la intensificación de la inteligencia, el dominio de las concupiscencias: y así la pena domestica al hombre, pero no lo hace «mejor», –– con mayor derecho sería lícito afirmar incluso lo contrario. («De los escarmentados nacen los avisados»59, afirma el pueblo: en la misma medida en que el escarmiento vuelve avisado, vuelve también malo. Por fortuna, también vuel­ve, con frecuencia, bastante tonto.)

2.- Nota de Andrés Sánchez Pascual, traductor de Nietzsche:

K. Fischer (1824-1907) es uno de los grandes historiadores de la filo­sofia surgidos en Alemania en la escuela de Hegel. Su obra fundamental es Geschichte der neueren Philosophie (Historia de la filosofía mo­derna), en diez volúmenes, 1854-1877. En julio de 1881 Nietzsche pi­dió a su amigo Overbeck que le enviase a Sils-Maria precisamente esta obra, de la que sacó numerosos apuntes. Parece que ésta es la fuente principal de Nietzsche para Spinoza, y no la lectura directa de las obras de éste. Al menos lo es de las consideraciones siguientes. Pocos días después de la lectura de la citada obra de K. Fischer, Nietzsche es­cribía a Overbeck: «¡Estoy completamente asombrado, completamen­te encantado! ¡Tengo un precursor, y qué precursor! Yo casi no cono­cía a Spinoza: el que ahora sintiese necesidad de conocerlo ha sido una ‘acción instintiva’.»



 

posted by Claudio Aguayo on 16:27

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